EL OLIMPO DE LOS DIOSES
El pasado 14 de enero tuvo lugar en Madrid la “Gala de las estrellas” de la Guía Michelin, en un evento que se alejó mucho de los saraos multitudinarios a los que la guía francesa, actualmente asociada con la plataforma americana Trip Advisor, nos tiene acostumbrados. Tan solo se contó con la presencia de unos cuantos chefs estrellados y el resto de nuevos galardonados o los chefs que mantenían sus dos y tres estrellas participaron vía on-line del evento, salvo, como viene siendo costumbre ya, Andoni Luis Aduriz que ya no disimula a la hora de mostrar a la guía francesa su falta de emoción hacia la misma en consonancia al ninguneo al que ésta le somete año tras año negándole su merecido tercer macaron.
Si para algo sirvió esta gala, en cualquier caso, fue para mostrar el grado de irrealidad en el que se encuentran estas guías, irrealidad que quedó patente hasta el esperpento en un evento en el que los cocineros que tomaron parte lo hicieron haciendo alarde de un triunfalismo y una informalidad insultante en un momento en el que la gran mayoría del sector hostelero y gastronómico, incluidos muchos, muchísimos restaurantes con estrellas Michelin, están pasando un momento personal y económicamente terrible como consecuencia de la pandemia que nos asola desde inicios de este año y la nefasta gestión de los políticos.
Nadie, absolutamente ninguno de los chefs biestrellados y triestrellados que subieron al escenario tuvieron ni una palabra de ánimo hacia sus colegas, los no estrellados, los que se están comiendo las consecuencias de la crisis agotando los pocos recursos y ahorros que habían podido hacer a lo largo de estos últimos años en los que han tenido que sortear diversas crisis económicas que tampoco han facilidado su situación. Ni los chefs madrileños presentes en el escenario ni los vascos que tomaron parte virtualmente en el evento se acordaron de sus colegas, mostrando claramente la brecha, ya no sólo económica y conceptual que hay entre estos restaurantes y el resto del sector, sino una brecha humana muy preocupante, esa que siempre ha existido y que uno, en su ignorancia creía ya difuminada, la existente entre la aristocracia y el pueblo llano, entre la nobleza y la plebe, entre los dioses, instalados en su cómodo y estrellado olimpo, y los simples y mortales humanos.
ESTUPIDO CONCIENZUDO
JOSEMA AZPEITIA
Coordinador de Ondojan.com