Domingo, 19 Mayo 2024

EL TRACTOR AMARILLO

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ecía la canción que “un tractor amarillo es lo que se lleva ahora”, y la lírica, una vez más, no nos puede venir más al pelo.

El campo se ha levantado, ha dicho basta al abuso, a la concesión y al ahogo y ha empezado a salir a la calle, a recordar a quienes lo hayan olvidado, que el carpaccio de coliflor con aroma de guisante de lágrima y espuma de apionabo que tan bien queda en redes sociales, sale de la tierra. 

Igual que salen de la tierra el AOVE monovarietal de picual y la tostada de centeno y salvado que se desayuna la influencer que Ud. sigue ante la cámara, para ensalzar y elogiar las virtudes de la dieta mediterránea.

También ese vino del año, o el crianza que se toma Ud. querido lector mientras hojea el último Ondojan que ha caído en sus manos. Y tranquilo, porque si no es Ud. de vino sino de cerveza, ya le digo yo que la cebada, el trigo y demás cereales presentes en ella, también salen de la tierra.

El campo está en nuestro día a día, en nuestra mesa, y si damos por bueno aquello de que somos lo que comemos, en nosotros mismos.

Nos hartamos de hablar de productos Km0, de eco, de bio y de sostenibilidad, pero ¿miramos el origen de las vainas que compramos en el súper? Le apuesto un vino a que si las ha comprado Ud. en una gran superficie, son de origen no europeo, y hasta ahí voy a leer.

El problema no es que consumamos vainas extranjeras, el problema es que esas vainas extranjeras son competencia desleal para nuestros campos, para nuestros agricultores, y que, además, no cuentan con los controles sanitarios a los que sí sometemos el producto nacional. Así, su coste de producción, no solo por la mano de obra, es mucho más bajo y, por tanto, salen al mercado en nuestras ciudades a un precio que es imposible que los agricultores locales puedan igualar. No se equivoque el lector, que no es sólo la falta de apoyo institucional la que se encarga de hundir al campo, también nosotros, consumidores finales que, por 3 céntimos de diferencia compramos un producto que aboca a la miseria a miles de familias.

El campo se nos muere, ya no da para vivir, por eso cada vez menos gente se quiere dedicar a él, y esto se conecta con el abandono de los pueblos, la tan mentada España vaciada, ¿o es que querría Ud. vivir en un sitio en el que no puede sostener a su familia?

Yo, que desciendo de una familia de campo, de los que podaban viñas, vendimiaban, plantaban hortalizas y comían lo que brotaba de la tierra, intento buscar siempre el producto nacional incluso en el súper. No consuman marcas que vendan espárragos de Perú, ni pimientos chinos, ni vainas marroquíes. Busquen en las etiquetas el origen del producto, y cuando vean que no es nacional, sigan buscando, que el marketing no les confunda, no es patrio todo lo que se vende. Todos esos productos los tenemos en nuestro campo. Si las marcas no quieren pagar dignamente al agricultor y buscan producto extranjero por ser más barato y aumentar sus beneficios, tampoco nosotros deberíamos querer pagarles a ellos.

Así como Miguel Hernández arengó a los aceituneros de Jaén a alzar la voz y reclamar el orgullo de sus olivos, parece llegar el momento en el que nosotros, todos, levantemos la voz para que, apoyando al campo, dignifiquemos a todo un sector que es la base de nuestro día a día.

Dedicado a Aitor, a Iñaki, a Cristofer y Fermín y a todos los demás agricultores españoles.

 

ALAZNE_CANO_colaboradora

  

 

DURA LEX SED LEX


Alazne Cano
Letrada - Col. 4461 ICAGI