Los vinos de Oporto tienen su origen a finales del XVII, cuando los ingleses entraron en guerra con Francia y tuvieron que buscarse otros mercados con que saciar su sed

No es de extrañar que el valle del Douro sea Patrimonio de la Humanidad. Es realmente extraordinario. Sus miles de terrazas construidas sobre las laderas de las montañas, imprescindibles para conseguir las condiciones de estabilidad necesarias en el desarrollo vital de la planta, conforman un paisaje único en el mundo. Los vinos de Oporto tienen su origen a finales del siglo XVII, cuando los ingleses entraron en guerra con Francia y tuvieron que buscarse otros mercados con que saciar su sed. Por aquellos tiempos, el valle del Douro tenía ya una historia vinícola de casi dos mil años. Hasta entonces producían vinos secos y dulces, pero nada tenían que ver con los vinos que conocemos hoy día. Tras los primeros envíos por mar, los ingleses tuvieron malas experiencias, ya que los secos se picaban y los dulces sufrían problemas de refermentación. Comenzaron a añadirles aguardiente, lo que se conoce como fortificación, con el fin de estabilizarlos y aguantaran con garantías el viaje. Así es como nacieron los vinos de Oporto. De hecho, representan a la perfección el gusto británico, es decir, dulces y generosos en alcohol.

Curiosamente, la zona donde se asientan los viñedos poco tiene que ver con la ciudad de Oporto, ya que se encuentran en el interior, justo tras la frontera con España, a lo largo de los 120 primeros kilómetros del Duero por tierras lusas. Los rabelos - barcazas tradicionales - bajaban desde las bodegas de producción por el río, cargadas con sus barricas o pipas llenas de vino hasta llegar casi a Vilanova de Gaia, casi en su desembocadura, justo en la orilla opuesta a Oporto. En Vilanova las bodegas poseían las naves de crianza, donde maduraban los vinos hasta su salida al mercado. Es por esto que los vinos cogieron el nombre de la bellísima ciudad que vigilaba atentamente los largos periodos que permanecían en sus viejísimas tinas de madera. En 1986 se levantó esta restricción y actualmente los vinos pueden criarse en sus bodegas de origen, cien kilómetros más al interior.

Los viñedos se clasifican de la A a la F en descendente en cuanto a su calidad, según sus características naturales. Cuanto mejor sea su calificación mayor será el beneficio que se obtenga por esas uvas. Existen unas ochenta permitidas y treinta especialmente recomendadas, aunque las más empleadas son unas pocas: Touriga Franca, Tinta Amarela, Tinta Roriz, Touriga Nacional, Tinta Barroca y Tinta Cão en variedades tintas y  Viosinho, Síria, Gouveio, Donzelinho y Malvasia en blancas.

Los vinos de Oporto, en mayor o menor medida, son siempre dulces y con una graduación alcohólica de entre el 19 y 22 %. Según el tipo de envejecimiento, su duración y su mezcla o no de vinos de diferentes añadas, adquieren un estilo u otro, dando sentido a su diversidad.

Os aseguro que bien merece un viaje de cuatro o cinco días, por el curso del Douro, hasta llegar a la bellísima Oporto, donde perderte entre sus tabernas y disfrutar de su ambiente, sus divertidas gentes y su magnífica gastronomía.

Salud!

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